Las lágrimas corrieron por su hocico y gotearon sobre la tela blanca que cubría el ataúd.
Andrei Kuznetsov, el padre de Alina, con el rostro contraído por el dolor y la ira, corrió hacia el perro.
Quería arrastrárselo, sin entender qué animal se atrevía a perturbar el descanso final de su hija.
Agarró a Barsik por el collar, tiró y gritó, pero el perro no se movió.
Él simplemente gruñó, no con ira sino con desesperación, gimiendo como un niño que lo había perdido todo.
Y en ese momento, María, la madre cuya alma ya estaba destrozada en mil pedazos, se acercó.
Ella miró al perro a los ojos y lo reconoció.
“Éste es Barsik…” susurró, y las lágrimas fluyeron con renovado vigor.
“Ese es él… nuestro Barsik…”
Y entonces hizo lo que sólo una madre aplastada por el dolor pero aún capaz de sentir puede hacer.
Se arrodilló junto al perro, abrazó su pelaje mojado y susurró: “Quédate”.
“Quédate con ella.”
Pero una vez su vida había sido sencilla pero feliz.
Andrej es un camionero de larga distancia que pasa semanas en la carretera pero siempre regresa con una sonrisa y regalos.
María, una humilde lavandera, cuyas manos estaban ásperas por el lavado, pero cuyo corazón era suave como el plumón.
Su casa, pequeña, de madera, con un porche torcido y paredes agrietadas, estaba llena de calidez, olor a pan fresco y risas de niños.
Alina, su milagro, su hija largamente esperada, nacida después de siete años de espera.
Ella era el sol que iluminaba cada rincón de su humilde vida.
Sus ojos brillaban cuando iba a encontrarse con su padre, su voz sonaba como campanas cuando contaba los cuentos de hadas que había leído antes de acostarse.
En el sexto cumpleaños de Alina, el mundo se volvió aún más brillante.
Al regresar de una excursión, Andrej encontró un pequeño cachorro al costado del camino: temblando, sucio, pero con ojos ardientes.
No podía dejarlo atrás.
Él lo trajo a casa.
María primero juntó las manos: “¿Quién lo alimentará? ¿Quién lo cuidará?”
Pero Alina abrazó al cachorro contra su pecho y dijo: “¡Será mío!”
Así nació Barsik: un pastor alemán con alma de león y corazón de ángel.
Se convirtió en su sombra, su protector, su amigo, con quien podía estar en silencio, hablar, jugar y llorar.
Él yacía junto a su cama, velaba por sus sueños, atrapaba mariposas en el jardín y perseguía la pelota mientras la niña reía.
Pero también hay oscuridad en el mundo.
A Alina la burlaban en la escuela.
Y sobre todo, de Vika Belousova, una chica de familia rica, con cosas caras y un corazón frío.
Se rió de Alina por su ropa gastada, por su sencillez, por su amor por un perro.
“¡Vives con un animal!” gritó.
“¡No eres humano!”
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