Después de Navidad, Marites se mudó con las gemelas a Tagaytay. Rentó una pequeña casa cerca del centro y usó el nombre de Mariel Santos.
No necesitaba el reconocimiento de Adrián. Solo quería verlo sentir el mismo amargo rechazo y abandono.
Solicitó trabajo como coordinadora de eventos en uno de los restaurantes de la cadena de Adrián. Con su nueva identidad, pronto se hizo conocida como Mariel: profesional, fuerte y fácil de tratar. Adrián no la reconoció; al contrario, parecía obsesionado con el carisma de la nueva empleada.
—“Me resultas familiar. ¿Nos hemos visto antes?” preguntó Adrián en una fiesta corporativa.
Mariel sonrió, con un destello frío en los ojos:
—“Tal vez en un sueño. Pero soy el tipo de mujer que se olvida fácilmente.”
Una extraña inquietud se apoderó del pecho de Adrián.
El Descubrimiento
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